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Consecuencias Legales de la Suspensión de la Plataforma X en Brasil: Desafíos Globales para las compañías de Redes Sociales

Wolfenson Abogados

Ariel Wolfenson.

La decisión de la Corte Suprema de Brasil de suspender las operaciones de la plataforma X (anteriormente Twitter) marca un punto de inflexión en la regulación de las compañías tecnológicas que operan a nivel global. 


Esta medida, motivada por el incumplimiento de la empresa del requisito de designar un representante legal en el país, pone en evidencia los desafíos que enfrentan las plataformas de redes sociales frente a las legislaciones nacionales. En esta columna se analizarán las implicancias legales de este tipo de regulaciones, sus posibles efectos en el mundo, y las tensiones entre el cumplimiento normativo y la libertad de expresión.


Uno de los aspectos fundamentales del caso brasileño es la aplicación del principio de territorialidad en el ámbito legal. Según este principio, las leyes de un país se aplican dentro de sus fronteras, y cualquier empresa que quiera operar en su territorio debe someterse a su cumplimiento. En este sentido, la legislación brasileña exige la designación de un representante legal local, de modo de asegurar que las empresas extranjeras tengan una presencia formal que permita a las autoridades ejercer control y garantizar el cumplimiento de las normativas.


La Corte Suprema de Brasil, al suspender las operaciones de X, enfatizó que el incumplimiento de esta normativa constituye una falta grave, dado que imposibilita la aplicación efectiva de las leyes nacionales sobre la plataforma. Esta decisión se alinea con otros movimientos internacionales para regular el funcionamiento de las grandes plataformas digitales y garantizar que estas empresas respeten las leyes locales.


Por otra parte, la orden judicial emitida por la Corte Suprema de Brasil podría tener repercusiones globales para las compañías de redes sociales. La exigencia de contar con representación legal en cada país donde operan plantea varios desafíos:


1. Compliance global: Las plataformas digitales tendrán que adaptar sus estructuras corporativas para cumplir con las normativas locales en todos los países en los que operen. Esto implica mayores costos administrativos, contratación de personal legal, y la creación de oficinas físicas en jurisdicciones específicas. Para grandes plataformas como X, Facebook, o TikTok, el costo de cumplir con este tipo de regulaciones podría ser sustancial, especialmente en países con normativas más estrictas.


2. Riesgo de fragmentación: Si diferentes países comienzan a imponer requisitos regulatorios diversos, podría llevarse a una fragmentación del internet, donde el acceso a ciertas plataformas o funcionalidades depende del país. Esto sería contrario a la visión global y libre del internet, y podría restringir la innovación y la competencia en el ámbito digital.


3. Conflicto entre jurisdicciones: Las compañías tecnológicas internacionales podrían enfrentar un conflicto de leyes si las normativas de un país contradicen las de otro. Esto crearía una situación compleja en la que las empresas se verían obligadas a priorizar qué regulaciones cumplen o qué mercados abandonar. En este caso, Brasil exige la designación de un representante local, mientras que otras jurisdicciones pueden tener diferentes expectativas o requisitos que entren en conflicto.


En otro orden de ideas, uno de los argumentos clave presentados por Elon Musk, propietario de X, en respuesta a la suspensión de la plataforma en Brasil es que la decisión de las autoridades brasileñas representa una amenaza a la libertad de expresión. Musk argumenta que la plataforma se ha negado a bloquear cuentas de usuarios en nombre del respeto a los derechos fundamentales de los ciudadanos de expresar sus opiniones, incluso cuando esas opiniones sean polémicas o injuriosas.


Este punto refleja una tensión persistente en la regulación de las redes sociales: el balance entre la libertad de expresión por una parte, la honra de las personas y el cumplimiento de las leyes nacionales, por la otra. En el caso brasileño, la preocupación del Tribunal gira en torno a la difusión de discursos de odio, antidemocráticos y extremistas, que afectan directamente la estabilidad política del país. Por lo tanto, la suspensión de las operaciones de X se justifica -en palabras de este Supremo Tribunal- en base a la necesidad de proteger el estado de derecho y prevenir la impunidad en las plataformas digitales.


En este sentido, es probable que otros países sigan el ejemplo de Brasil al imponer regulaciones estrictas a las plataformas sociales, especialmente si consideran que estas empresas no están haciendo lo suficiente para evitar la difusión de contenidos dañinos.


La exigencia de tener representación legal local es el principal de los mecanismos que los gobiernos pueden utilizar para regular a las empresas que operan en sus jurisdicciones. Parece adecuado que, por la importancia que tienen dichas plataformas en la vida cotidiana de las personas, y las potenciales vulneraciones graves de derechos fundamentales que podrían provocar los discursos de odio o ataques a la honra de las personas, estas empresas deban detentar representación legal local, y así cumplir cabalmente con las regulaciones de cada país. 


Como corolario de lo anterior, se puede concluir que, la suspensión de las operaciones de X en Brasil pone de manifiesto los desafíos legales y regulatorios que enfrentan las compañías de redes sociales a nivel global. La exigencia de contar con representación legal local sienta jurisprudencia comparada, y es una tendencia que podría extenderse a otros países, incrementando la presión sobre estas empresas para cumplir con un mosaico de normativas nacionales. 


Además, el caso brasileño subraya la importancia de equilibrar la libertad de expresión con la necesidad de controlar la difusión de contenidos dañinos y extremistas. Recordemos que la libertad de expresión no es ilimitada, sino que debe ponderarse con otros derechos, muchos de los cuales son sacrificados por estas plataformas masivas, en post de una libertad de comunicar sin límites, no tomado en cuenta las denuncias internas que puedan realizar los usuarios ante contenidos dañinos o difamatorios.


Este escenario plantea preguntas importantes sobre el futuro de la gobernanza del internet y la capacidad de los gobiernos para regular plataformas que operan más allá de sus fronteras. Las compañías de redes sociales deberán adaptarse a estas nuevas realidades legales si desean seguir operando en mercados clave sin enfrentar sanciones como la suspensión de sus servicios.



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